lunes, 22 de julio de 2013

Los Angeles



En San Francisco empezó la paliza más gorda de coche que yo me había pegado en años el descenso por la ruta 1 bordeando la costa de Californa. ¿Bonito? Sí, mucho. ¿Cómodo? Rotundamente no.  Uno puede pensar que es porque nos hubiésemos encajado en el coche cual maestros del Tetris. Cierto, definitivamente algo tuvo que ver, pero de eso no se le puede echar la culpa al gobierno sino a la falta de presupuesto para alquilar una monovolumen o a la falta de perroflautismo para coger una furgoneta. El tema es que lo que sí podría hacer el gobierno es adecentar un poquito la ruta 1, que está claro que fue la primera en las numeraciones pero en el ranking de mantenimiento no está tan arriba.
Hicieron la carretera, plantaron el cartel y si te he visto no me acuerdo.
Según avanzábamos por la costa hicimos varias paradas. La primera en Santa Cruz, famoso por el surf y la marca de ropa. Además de esto, no tiene mucho más. Es un poco Benidorm pero al estar en California tiene mucha más clase, claro.
Familia, nuestra Santa cruz sigue ganando a esta. Aunque sólo sea por la carne mechada y el Arehucas.
En Monterrey, la siguiente parada, encontramos otro pueblito costero, con su embarcadero y demás, muy típico. Seguimos hasta Carmel-by-the-sea, donde, para mi asombro, lo que vimos fue una misión! Vente a California para ver una iglesia enana! Bueno, sin palabras. Sólo me sale decir que aquello de lo bueno, si breve, dos veces bueno también funciona con lo no tan bueno.
Pensaba decir que en el fondo mereció la pena pasarase por aquí. Pero es que a quién pretendo engañar.
California es más larga que cara, y eso es decir bastante, así que esa noche tuvimos que parar a dormir en el camino, en Morro Bay. El nombre es espantoso pero el sitio no está mal, con sus focas, una roca volcánica enorme que les gusta mucho porque han oído hablar del Teide en su vida, claro y muchísimas pensiones, porque está visto que no nos cubrimos de originalidad al decidir pasar la noche aquí y debe de ser la parada habitual para los que recorren la costa de California.
Me habría gustado poner una foto más espectacular pero es que a ver quién es el guapo que hace le saca el perfil bueno a una piedra.
Al día siguiente empezamos por San Luis Obispo. Es impresionante cómo recorrer la ruta 1 es como repasar el santoral, aquí todos los pueblos son San Tal o Santa Cual. Más gracioso que impresionante es cuando se lo escuchas pronuncias a un estadounidense. Y más chocante aún es que aquí vimos otra misión! Y la última, porque a gente acostumbrada a ver catedrales no se les puede traer a ver esto y, de aquí en adelante, lugar que tuviese misión, lugar que pasábamos de largo.

Desde allí llegamos a Santa Barbara y esto ya sí es lo que uno tiene en la cabeza cuando piensa en California! Casitas muy monas a pie de paseo marítimo, playa enorme, muelle de madera…
Esto ya sí, ¿eh?
Seguimos hasta Ventura, que es otro pueblecito muy bonito, paramos a comer en un mexicano…y aquí ya el inglés sobra. Si en el norte de California se iba notando que el estado limita con México, a estas alturas en algunos sitios parece que ya has cruzado la frontera y tiendes a llamar Lupita a todas las camareras.

Malibú también es muy bonito, con casas muy chulas, pero en las que no podía entrar por falta de braguetazo de manera que la cosa perdió atractivo y marchamos hasta Santa Monica, de nuevo con playaza y muelle lleno de historias recreativas. Aquí un muelle sin una noria y algunas atracciones más a su alrededor debe de ser como ir a la playa en España y no ver un chiringuito. No se concibe la idea y aquí resulta imposible no tener un sitio donde vendan fritanga a menos de 100 metros.
Esto me recordó mucho a Los Vigilantes de la Playa.
Esto más aún, claro.
La playa y la feria, todo en uno. Aquí los domingueros lo tienen facil, facil.
Por fin llegamos a Los Angeles. Creo que cualquier calificativo que diga de esta ciudad no va a reflejar bien la decepción tan enorme con la que es, sin duda, la más fea de todas las que he visto en este país. Excesivamente extensa, con atascos descomunales y con nada especialmente bonito que lo compense. Nuestro alojamiento era en el mismo paseo de las estrellas. Es una calle bulliciosa y llamativa, con su teatro Dolby, sus estrellas en el suelo, sus tiendas y restaurantes, pero todo esto desaparece en cuanto doblas la esquina y te encuentras en un barrio en el que no dejarías suelta a tu abuela después de anochecer.
Cuando retransmiten los Oscar dudo que los asistentes pisen muy lejos del teatro.
Llegarán en una de estas hasta la puerta para evitar pisar las calles de alrededor.
Grauman's Chinese Theatre
A lo grande todo, como a ellos les gusta.
Al alejarse de esta zona se pueden sitios como visitar Beverly Hills o Bel Air, mucho más bonito que el primero, y en los que el nivelazo de casa es directamente proporcional a lo tupido y alto del seto que la rodea. Pese al entusiasmo con el que iba, el proyecto iniciado en Malibu de dar el braguetazo fracasó estrepitosamente porque, como es lógico, quienes están en las puertas de las casas no son los que tienen los ceros a la derecha en la cuenta corriente.
Decepción. El código postal no es necesariamente 90210.
Una de las pocas fotos en las que se ve algo más que un seto.
Nos pasamos también por Rodeo Drive, donde están las tiendas caras, coches caros, mucha tercera edad del brazo de jovencitos mantenidos, mucho macarra, pero que tiene su encanto. Mi idea es que la clave aquí es pasearse calle arriba y abajo con una bolsa de marca, cuanto más pequeña mejor, hasta que a alguien le brinque el ojo…pero no ocurrió. Con el segundo intento de braguetazo fallido, mejor abortar misión y largarse a Venice Beach, que es la parte que, para mí, más merece la pena de Los Anegeles. Hay gente de todo tipo, skaters, jugadores de baloncesto, típico personajes sacados de series de negros y todo con muy buen ambiente. Muchísimo más interesante cuando se visita el cartel de Hollywood, que es algo curioso, pero sin más.
Rodeo Drive

Venice beach. No me apeteció sacar mi monopatín.

Y poca más historia que hacer en Los Angeles más que esperar a coger el coche y rematar el viaje en San Diego, la siguiente parada.

Desde lejos con las palmeritas...
...queda mejor que desde cerca

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