martes, 20 de agosto de 2013

San Diego

Cada minuto de más en Los Angeles es un minuto de menos en un sitio mejor. Y las probabilidades de que cualquier otro sitio sea mejor son más que altas así que no había tiempo que perder.
Antes de marcharnos fuimos a los estudios de Warner Bros. No un parque temático como el que hay en Madrid sino las instalaciones donde ruedan las series y películas de los estudios.
¿Por qué el emblema de los estudios es un tanque de agua? No lo sé.
Si ves una cantidad desproporcionada de series, hay muchas opciones de que alguna se esté rodando en esos momentos y puedas ver los decorados, actores... así que iba bastante confiado en ese aspecto. Iluso se mi, porque ese día era festivo, la mayoría de rodajes estaban paralizados y pude ver los sets de rodaje de Pretty Little Liars, una serie de petardas adolescentes, y Big Bang Theory que, aunque me encuentre entre la minoría, me parece un tostón.
En cada nave hay diferentes rodajes...
...y el carte de la puerta te dice qué se ha rodado o está rodando allí.
Pese a la poca suerte con los rodajes, es curioso pasearte entre los decorados y que te cuenten qué escenas famosas de series y películas se han rodado en estas calles que dan el pego de ciudad real perfectamente hasta el punto de que viviría antes en ellas que en las de Los Angeles.
Podría ser una ciudad real perfectamente.
Por lo que dijeron, esta casita con jardín ha debido de salir en una burrada de producciones.
Hay naves enormes dedicadas sólo a almacenar material que, cuando el equipo de un rodaje necesita, debe reservar con antelación, y material de antiguas producciones que han mantenido como recuerdo.
Mucho mejor esto que Pretty Little Liars.

A este amigo le han reservado primero para la serie del cartel amarillo y luego la del naranja.

Seguro que a más de uno le suena este bar.
Y si no le suena, aquí va la pista gorda.
Para dejar Los Angeles precisamente en eso, un recuerdo, cogimos alegremente el coche camino a San Diego, una ciudad que, no sé si porque las comparaciones son odiosas, me encantó. No es una ciudad especialmente grande, cosa que precisamente perjudicaba a Los Angeles, ni tampoco una ciudad muy bulliciosa pero parece una ciudad cómoda para vivir, bonita, y con las suficientes alternativas como para no aburrirse.
Paseando puedes encontrarte cosas muy patriotas al margen de las 300 banderas por metro cuadrado típicas del país como una estatua de un marine rencontrándose con su chica o un portaviones reconvertido en bar/museo. Si en Estados Unidos en general hay un respeto enorme por sus veteranos de guerra, aquí se centran en los de la marina con todo tipo de homenajes. Además , por supuesto, los veteranos tienen descuento y prioridad en absolutamente todo lo que se les pueda pasar por la cabeza.
Perdí la cuenta del número de parejas imitando la pose con la estatua al fondo.
¿Quién quiere tomar algo en una terracita pudiendo hacerlo en un portaviones?

San Diego tiene, como toda buena ciudad estadounidense, su centro con rascacielos que están cerquita del mar y hacen que la zona, con sus parques, sea muy agradable para pasar el día. Pero como en este país un buen día implica comer como si no hubiera un mañana, se puede ir a Old Town, que es casi más México que Estados Unidos porque está cerca de la frontera a ponerse del revés a base de burritos y quesadillas. La gente, la cultura, las casas…todo hace pensar que ya no estás en Estados Unidos, hasta que te mueves a otra parte de San Diego, como Encinitas, y ya vuelves a ver las calles residenciales y las barras y estrellas por todas partes.
Aquí está visto que sin barco no eres nadie.

Mira que está bien indicado. Pues aun así, nos perdimos.
Aunque me habría gustado pasar más tiempo en San Diego, era hora de volver a Los Angeles para coger el vuelo de vuelta a Chicago y, como no podía ser de otra manera en esta ciudad, la cosa se torció, retrasaron el vuelo y pasamos una estupenda noche congelados y retorcidos en el aeropuerto. ¡Viva Los Angeles!

lunes, 22 de julio de 2013

Los Angeles



En San Francisco empezó la paliza más gorda de coche que yo me había pegado en años el descenso por la ruta 1 bordeando la costa de Californa. ¿Bonito? Sí, mucho. ¿Cómodo? Rotundamente no.  Uno puede pensar que es porque nos hubiésemos encajado en el coche cual maestros del Tetris. Cierto, definitivamente algo tuvo que ver, pero de eso no se le puede echar la culpa al gobierno sino a la falta de presupuesto para alquilar una monovolumen o a la falta de perroflautismo para coger una furgoneta. El tema es que lo que sí podría hacer el gobierno es adecentar un poquito la ruta 1, que está claro que fue la primera en las numeraciones pero en el ranking de mantenimiento no está tan arriba.
Hicieron la carretera, plantaron el cartel y si te he visto no me acuerdo.
Según avanzábamos por la costa hicimos varias paradas. La primera en Santa Cruz, famoso por el surf y la marca de ropa. Además de esto, no tiene mucho más. Es un poco Benidorm pero al estar en California tiene mucha más clase, claro.
Familia, nuestra Santa cruz sigue ganando a esta. Aunque sólo sea por la carne mechada y el Arehucas.
En Monterrey, la siguiente parada, encontramos otro pueblito costero, con su embarcadero y demás, muy típico. Seguimos hasta Carmel-by-the-sea, donde, para mi asombro, lo que vimos fue una misión! Vente a California para ver una iglesia enana! Bueno, sin palabras. Sólo me sale decir que aquello de lo bueno, si breve, dos veces bueno también funciona con lo no tan bueno.
Pensaba decir que en el fondo mereció la pena pasarase por aquí. Pero es que a quién pretendo engañar.
California es más larga que cara, y eso es decir bastante, así que esa noche tuvimos que parar a dormir en el camino, en Morro Bay. El nombre es espantoso pero el sitio no está mal, con sus focas, una roca volcánica enorme que les gusta mucho porque han oído hablar del Teide en su vida, claro y muchísimas pensiones, porque está visto que no nos cubrimos de originalidad al decidir pasar la noche aquí y debe de ser la parada habitual para los que recorren la costa de California.
Me habría gustado poner una foto más espectacular pero es que a ver quién es el guapo que hace le saca el perfil bueno a una piedra.
Al día siguiente empezamos por San Luis Obispo. Es impresionante cómo recorrer la ruta 1 es como repasar el santoral, aquí todos los pueblos son San Tal o Santa Cual. Más gracioso que impresionante es cuando se lo escuchas pronuncias a un estadounidense. Y más chocante aún es que aquí vimos otra misión! Y la última, porque a gente acostumbrada a ver catedrales no se les puede traer a ver esto y, de aquí en adelante, lugar que tuviese misión, lugar que pasábamos de largo.

Desde allí llegamos a Santa Barbara y esto ya sí es lo que uno tiene en la cabeza cuando piensa en California! Casitas muy monas a pie de paseo marítimo, playa enorme, muelle de madera…
Esto ya sí, ¿eh?
Seguimos hasta Ventura, que es otro pueblecito muy bonito, paramos a comer en un mexicano…y aquí ya el inglés sobra. Si en el norte de California se iba notando que el estado limita con México, a estas alturas en algunos sitios parece que ya has cruzado la frontera y tiendes a llamar Lupita a todas las camareras.

Malibú también es muy bonito, con casas muy chulas, pero en las que no podía entrar por falta de braguetazo de manera que la cosa perdió atractivo y marchamos hasta Santa Monica, de nuevo con playaza y muelle lleno de historias recreativas. Aquí un muelle sin una noria y algunas atracciones más a su alrededor debe de ser como ir a la playa en España y no ver un chiringuito. No se concibe la idea y aquí resulta imposible no tener un sitio donde vendan fritanga a menos de 100 metros.
Esto me recordó mucho a Los Vigilantes de la Playa.
Esto más aún, claro.
La playa y la feria, todo en uno. Aquí los domingueros lo tienen facil, facil.
Por fin llegamos a Los Angeles. Creo que cualquier calificativo que diga de esta ciudad no va a reflejar bien la decepción tan enorme con la que es, sin duda, la más fea de todas las que he visto en este país. Excesivamente extensa, con atascos descomunales y con nada especialmente bonito que lo compense. Nuestro alojamiento era en el mismo paseo de las estrellas. Es una calle bulliciosa y llamativa, con su teatro Dolby, sus estrellas en el suelo, sus tiendas y restaurantes, pero todo esto desaparece en cuanto doblas la esquina y te encuentras en un barrio en el que no dejarías suelta a tu abuela después de anochecer.
Cuando retransmiten los Oscar dudo que los asistentes pisen muy lejos del teatro.
Llegarán en una de estas hasta la puerta para evitar pisar las calles de alrededor.
Grauman's Chinese Theatre
A lo grande todo, como a ellos les gusta.
Al alejarse de esta zona se pueden sitios como visitar Beverly Hills o Bel Air, mucho más bonito que el primero, y en los que el nivelazo de casa es directamente proporcional a lo tupido y alto del seto que la rodea. Pese al entusiasmo con el que iba, el proyecto iniciado en Malibu de dar el braguetazo fracasó estrepitosamente porque, como es lógico, quienes están en las puertas de las casas no son los que tienen los ceros a la derecha en la cuenta corriente.
Decepción. El código postal no es necesariamente 90210.
Una de las pocas fotos en las que se ve algo más que un seto.
Nos pasamos también por Rodeo Drive, donde están las tiendas caras, coches caros, mucha tercera edad del brazo de jovencitos mantenidos, mucho macarra, pero que tiene su encanto. Mi idea es que la clave aquí es pasearse calle arriba y abajo con una bolsa de marca, cuanto más pequeña mejor, hasta que a alguien le brinque el ojo…pero no ocurrió. Con el segundo intento de braguetazo fallido, mejor abortar misión y largarse a Venice Beach, que es la parte que, para mí, más merece la pena de Los Anegeles. Hay gente de todo tipo, skaters, jugadores de baloncesto, típico personajes sacados de series de negros y todo con muy buen ambiente. Muchísimo más interesante cuando se visita el cartel de Hollywood, que es algo curioso, pero sin más.
Rodeo Drive

Venice beach. No me apeteció sacar mi monopatín.

Y poca más historia que hacer en Los Angeles más que esperar a coger el coche y rematar el viaje en San Diego, la siguiente parada.

Desde lejos con las palmeritas...
...queda mejor que desde cerca

martes, 11 de junio de 2013

San Francisco



San Francisco fue la primera ciudad del viaje por California. En realidad esto es un poco mentira porque servidor tuvo que ir primero a Los Ángeles, hacer escala, volar a San Francisco y ya desde ahí volver en coche a LA. Este ir y venir no tiene ningún sentido hasta que se comparan los precios de hacerlo con o sin escala, y ahí de repente esta vuelta absurda empieza a parecer una idea fantástica.
Esto es San Francisco, para que nos vayamos ubicando.


Y este fue el primer hotel, muy evocador de asesinatos en moteles de carretera.

Una vez en el LAX, más avioncito y vuelo hasta San Francisco, la ciudad del Golden Gate...y pocas cosas más. Algunas sí, eh? la ciudad es muy bonita y hay partes que merece mucho la pena ver, pero no la cambiaría por Chicago. Pese a todo, las vistas desde la bahía son impresionantes y uno se siente en un anuncio bonito de Mapfre. Además del puente merece la pena echar un vistazo a la ópera, aunque sólo sea para acordarse de la de Sídney y refrescar el objetivo en la vida de mudarse allí, el ayuntamiento y las Painted Ladies, que son las típicas casitas que uno tiene en la cabeza al pensar en San Franciso, al menos porque son las de varias series de televisión como Padres Forzosos.
Impresionante el Golden Gate. Después de verlo desde quince ángulos y miradores pierde algo de gracia, pero sigue siendo bonito.

Ayuntamiento de San Francisco.
Es que comparar esta ópera con la de Sídney...
Painted Ladies. Como estas, todo el barrio.

Muy bonita la casa pero tampoco es que la serie haya marcado mi vida por lo que no es para pegar botes. Sí que es para dar un brinquito o dos cuando, entre los muchísimos parques de la ciudad, descubres que en uno de ellos, The Presidio, está la sede de LucasFilm, con su fuente de Yoda y todo. Los de recepción ya ni se inmutan cuando un turista friki pasa por la puerta y entra en modo japonés con la cámara de fotos. Muy cerca de allí está el Palace of Fine Arts, muy bonito y muy Naboo. Se nota que George estaba mirando por la ventana el día que se inventó ese planeta. Entre los demás parques merece la pena pasarse por el Golden Gate Park, que es enorme y tiene desde museos y jardin botánico hasta un jardín japonés, que no entiendo a qué viene y por el que pasé de pagar. Mucho más barato esperar fuera y ver en el móvil las fotos del viaje a Japón.
¡LucasFilm!
Tampoco se mataron al diseñar la fuente, francamente.
¿Es Naboo o qué? La Reina Amidala se ha pateado esto mil veces.

Dimos una vuelta por más zonas como Castro, el barrio gay donde los sitios no tienen baños para chicas, o Chinatown, que no está mal pero, al igual que en otras ciudades, se queda en poca cosa después de haber visto Pekín o Shanghai. De cualquier manera, lo que hay en absolutamente todos los barrios son unas cuestas descomunales capaces de levantar el más fofo de los culos. Eso para quien tenga el valor de patearse la ciudad, claro, porque siempre está la alternativa, vaga pero camuflable como turística, de los tranvías, que también son muy típicos de la ciudad hasta el punto de que han reutilizado tranvías de otras ciudades estadounidenses que los han quitado del mapa y ahora cada tranvía indica de dónde procede. Desde el tranvía se ve estupendamente Lombard Street sin necesidad de recorrer todas las curvas que hace esta calle que hay que ver cuando se está en San Francisco.
Lombard Street,
y cuestas como esta,
van mucho mejor con un tranvía a mano.
El número de cuestas sólo es comparable al de mendigos. Sí, mendigos. No dábamos crédito de la cantidad de indigentes que hay en esta ciudad ni de la cantidad de bártulos, aparentemente inútiles, que llevaban en sus carritos. Claro que yo con el síndrome de Diógenes que me brota en cuanto tengo casa nueva, puedo batir sus marcas para el día que me vaya de Chicago. Otro tema de la gente de San Francisco es que al final uno no sabe qué pensar cuando también ve una cantidad anormalmente alta de gente en silla de ruedas…y la inmensa mayoría de ellos impulsa la silla con los pies!!
No voy a poner fotos de los mendigos así que pongo una de los bares y restaurantes, que son muy muy muy americanos.
Ente los demás puntos que visitar en San Francisco se encuentra el Pier 39, que no es sino una turistada de las gordas. Está muy bien que siendo un punto turístico de Estados Unidos todo lo que se vea alrededor sean tiendas irlandesas, suizas…aunque la cultura estadounidense a veces es un poco eso, cojo lo que más me gusta y hago ver como que es mío. Así que visto así, sí, es muy representativo del país.
Lo mejor del Pier 39, esto,
Desde un muelle cercano salimos hacia la isla de Alcatraz, donde se puede hacer un recorrido muy chulo aunque para mí, falta ver más de la isla porque sólo se ven las celdas y no dónde vivían los oficiales y el personal de la prisión. Me sorprendió que sólo hubiese un edificio de celdas aunque, como aquí sólo venía lo mejor de cada casa, imagino que había que currárselo bien para ser criminal de élite. Mucho más aún tuvieron que currárselo en la fuga de Alcatraz, que en lugar de contártela como un papagallo hacen que la revivas con una audioguía pululando por la prisión. Muy chulo. Minipunto para Alcatraz aunque estos nunca han odio aquello de lo bueno si breve, dos veces bueno.
Isla de Alcatraz

Prisión de Alcatraz
Aquí encerraban a todas aquellas joyas.

Estando por esa parte de California, hay mucho más que ver aparte de San Francisco, así que cogimos la carretera y pasamos por bastantes sitios.

El primero es Manteca, que sólo por haber estado en un sitio con este nombre se merece una paradita. Ni que decir hay que mereció aún más después de tomar un brunch en el típico sitio de carretera americano donde los camareros pasan con la cafetera en la mano para ir rellenando tazas. Entre esto y haber hecho botellón en los vasos rojos, ya me siento muy integrado. La visita se coronó como un éxito al ver el gusto y la clase que caracteriza la moda de Manteca y sus... mantecados?? cómo se le llama a esta gente?.
Manteca High School. Anda que no luce eso en un curriculum.
Paris, Milán, Londres o Nueva York expectantes ante el golpe de efecto que dará la semana de la moda de Manteca.

Siguiente parada: Mariposa. Está visto que aquí abrieron el diccionario español y se liaron a bautizar pueblos como si no hubiera un mañana. Aquí, la típica muchacha de información, octogenaria en este caso, se nos puso tétrica y agorera porque, según ella, no llegaríamos al siguiente pueblo, Sonora, antes de las 20:00, una hora en la que todo está oscuro y no conviene estar perdido en la carretera. Muy Stephen King todo, pero pese a los augurios de la amiga, llegamos a Sonora, dormimos ahí y al día siguiente fuimos al Parque Nacional de Yosemite a ver las secuoyas gigantes. No sé si es por la marca espantosa que dejó la asignatura de botánica en mí, pero donde estén las playas de Palawan o el volcan Pinatubo en Filipinas, que se quite esto. El monte, para las cabras y los ermitaños.
En realidad hay que reconocer que es bonito.
Pero vamos, que vista una secuoya, vistas todas.

Vistos los arbolitos, rumbo a Napa, que es la región del vino de California y que, tendrá muchos viñedos pero el pueblo en sí es una atracción turística de principio a fin. Casas que parecen de cartón, puentecitos como el de Disneyland hacia el castillo, calles que parecen decorados...muy bonito, no lo niego, pero totalmente artificial. Es más, dudo que haya habitantes reales en este pueblo. La gente de Napa no existe. Son de mentira. Figurantes todos.
En cualquier momento esperaba ver la carroza de Mickey en la cabalgata de cierre del parque.
El vino no lo probamos porque yo soy un sencillo y me va más de Cumbre de Gredos, y con Coca-Cola era caro, así que seguimos a Sonoma, un pueblecito monísimo, con todo lo básico concentrado en una placita de la que salen muchas calles donde prácticamente sólo hay casitas.
Toda la plaza de Sonoma, así de bonita y de cuidada.
Última parada de esta zona: Sacramento, la capital del estado. Bueno, está bien, pero pudimos hacer poco porque era domingo y, en muchos sitios de este país, si vas después de las 13:00 un domingo estás en la mierda. Es como ir a un organísmo público a la hora del almuerzo, o del café, o de hacer la compra, o de fumar, o de recoger a los niños.

Al menos nos dignamos a tener el momento culto de ir al Capitolio, que está curioso, con su escultura de Isabel la Católica y sus salas desde las que mandaba Swarzeneger. Aunque no dejó mucha huella la criatura cuando absolutamente todos los gobernadores de la historia del estado están representados por un retrato menos él. Dando una vuelta por la ciudad pudimos ver también una misa local, en español y con teatrillo incluido, o un evento de apoyo a los enfermos de daño celebrar con una marcha que ya quisieran muchos locales.
El Capitolio de Sacramento. Momento culto del viaje cumplido.
Lo mismo da la sala verde...
que la rosa, aquí de Swarzeneger no hay rastro.
Visto todo esto, de nuevo al coche y dispuestos a empezar la Ruta 1 bordeando la costa de California, que aún queda mucho que ver!